Nuestros ojos y nuestro cerebro son capaces de percibir imágenes en un tiempo de una décima de segundo, aproximadamente. Todas esas imágenes son captadas como una imagen continua si se suceden con suficiente rapidez.
En el cine, la pantalla presenta veinticuatro imágenes por segundo dejando entre cada dos fotogramas un breve período de oscuridad. En este experimento, el rápido movimiento de la varita permite que el ojo capte el suficiente número de imágenes como para que la percibamos como una imagen continua.